La nueva ciudad palestina a la que sólo le falta un elemento vital
Un millonario palestino está construyendo de la nada una ciudad totalmente nueva en Cisjordania, territorio ocupado por Israel. Tiene hasta un anfiteatro romano y un estadio de fútbol. Pero hay algo que impide que la gente pueda trasladarse allí.
Se dice que hay tres cosas esenciales cuando se trata de la propiedad inmobiliaria: Ubicación, ubicación y ubicación.
¿Qué tal construir en el seno de uno de los conflictos más insolubles del mundo?
"Es el proyecto más grande de la historia palestina", exclama el multimillonario palestino-estadounidense Bashar Masri, impulsor de una nueva ciudad palestina en las colinas de la ocupada Cisjordania.
"No hay nada meramente cercano a esto, ni siquiera la mitad", presume Masri.
Caminamos a través de lo que será un gran anfiteatro romano a los pies de una línea de bloques de apartamentos que, un día, pueden ser el hogar de 25.000 personas.
También está la promesa de salas de cines y tiendas, parques y campos de juego, para completar el sueño típico de la clase media de cualquier proyecto de desarrollo inmobiliario.
Pero, construya en terreno controvertido y la controversia será parte del precio.
Los críticos palestinos lo acusan de "normalizar la ocupación", de alcanzar acuerdos con Israel para su beneficio propio.
Los colonos judíos en las colinas aledañas observan y se inquietan conforme Rawabi se erige sobre la tierra.
"Estoy desafiando la ocupación", insiste el bien vestido y educado Masri, que proviene de una familia palestina conocida por su éxito financiero y destreza política.
Su arriesgada inversión inmobiliaria es un microcosmos del tumultuoso proceso de paz entre israelíes y palestinos, y refleja la red de complejas relaciones en los territorios ocupados.
Durante el pasado año, que incluyó el colapso del proceso de paz y la erupción de otra guerra, hemos seguido la suerte de este audaz proyecto.
¿Podrá tener éxito esta apuesta multimillonaria?
"Puedo verlo todo, en mi mente, completo", nos dijo Masri en nuestra primera visita a Rawabi, en la primavera del año pasado.
El delgado hombre de unos 50 años, se paseaba con confianza entre ladrillos amontonados con cables y pilas de piedras.
"Veo a la gente aquí en restaurantes, allá en sus hogares...". Su voz se pierde mientras contempla el polvoroso terreno que consume casi todo su tiempo y mucho de su dinero.
Grúas con banderas palestinas se erigen sobre las carcasas de cemento de las casas, y los camiones rugen cargados con cemento.
A principios de 2014, más de 600 familias se habían unido a este sueño. Ayman y Suhad Ibrahim son de los primeros en visitar una brillante sala de muestras.
Al igual que muchos profesionales palestinos, los Ibrahim viven a unos 10 km de la ciudad de Ramala, que describen como un revoltijo abarrotado sin espacios al aire libre para que jueguen sus tres hijos.
Rawabi promete jardines, árboles y calma. Sus planes están adoptando forma y, además, es algo más que un bonito hogar.
"Es el primer paso para construir un pequeño modelo para un Estado palestino", dice Suhad.
"Está creando una verdad sobre el terreno", explica Ayman. "Lo primero que queremos es paz, queremos construir nuestro futuro. Tenemos la capacidad y es nuestra tierra".
Masri nos lleva a ver uno de los apaartamentos modelo. Es iluminado y de estilo contemporaneo, con una cocina brillate, sofas estilizados y el aroma de velas perfumadas.
Pero la vista por las ventanas de este oasis moderno de calma es el antiguo conflicto de esta vecindad.
Al sólo salir al balcón, resalta el azul y blanco de las banderas israelíes del asentamiento Ateret.
"No le estamos prometiendo el cielo a la gente", insiste Masri y, en un guiño a los palestinos críticos, añade: "Esto no es normalizar y aceptar la ocupación, y mirar a otro lado".
En la colina vecina
Por su parte, los 800 colonos judíos que viven en Ateret pueden ver las banderas palestinas que ondean en las colinas de Rawabi, incluida una gigantesca que mide 134 metros cuadrados.
En la primavera de 2014, los residentes de Ateret con quienes nos encontramos estaban recelosos pero a la vez resignados a la existencia de la nueva ciudad.
Familias como la de Chanan y Avigail Damri expresaron su satisfacción porque los palestinos puedan vivir en un sitio agradable, pero les preocupa lo que esto pueda significar en cuanto a tráfico y seguridad. Sus hijos van al colegio en un bus blindado, y frecuentemente les tiran piedras en las calles.
Los Damri tienen un hablar pausado pero con un mensaje político fuerte.
"Este Estado es nuestro Estado. La nación judía necesita también un hogar. Necesitamos recordar siempre que es nuestra tierra y que somos los caseros", explica Avigail mientras sus hijos juegan en el piso de su modesto apartamento.
Al igual que el gobierno de Israel, la pareja rechaza la idea de que los asentamientos son ilegales bajo el derecho internacional.
Si las negociaciones alguna vez condujeran a la creación de un Estado palestino, asentamientos como Ateret quedarían probablemente enmarcados dentro de dicho Estado.
Los Damri no creen que esto vaya a suceder pronto pero sospechan que Rawabi es un esfuerzo para avanzar en esa dirección. "No podemos permitir que eso ocurra", dice Chanan.
Desde la colina cercana, Masri es igual de desafiante: "Están en nuetra tierra. Estoy 100% seguro de que Ateret será un barrio de Rawabi algún día, sólo es una cuestión de cuándo".
No le gustan las comparaciones entre Rawaby y los asentamientos israelíes, pero acepta que su estrategia es similar: construir en las cimas de las colinas, establecer "hechos en la tierra" palestinos.
"Si lo hubieramos hecho hace 10 años, no habríamos tenido tal auge de asentamientos".
Para construir aquí, Masri ha necesitado la cooperación de funcionarios israelíes para cada paso, desde que los planos estuvieron listos hace siete años.
Cerca del 60% de Cisjordania, incluidos los asentamientos y sus caminos de acceso, así como las bases militares, están bajo administración directa de Israel.
"¿Qué querían que hiciera, dejar de vivir?", se pregunta retóricamente Masri, en respuesta a los críticos. Y señala que ellos hacen lo mismo a diario: "El agua que la mayoría de los palestinos bebe viene de Israel, así como nuestra electricidad".
En el puesto de control
Pero un activista palestino que encontramos cerca de un puesto de control israelí dice que Rawabi es "sólo un forma de hacerce más rico para Masri".
"Eso no es resistencia", opina.
Cuando se le pregunta cuántos palestinos querrían una mejor calidad de vida, se revuelve: "¿De qué vida agradable están hablando? El camino a Rawabi está lleno de puestos de control. Los israelíes pueden cortar la carretera e impedir que cualquiera llegue a la ciudad".
Los críticos acusan además a Masri de construir para una elite privilegiada. Un apartamento normal en Rawabi cuesta US$95.000, más barato que en Ramala, pero muy por encima de lo que muchos palestinos se pueden permitir. Hay una escasez crónica de vivienda asequible en Cisjordania.
Masri insiste en que Rawabi no es sólo para los ricos. Dice que el costo de los apartamentos está al alcance de muchos palestinos de clase media. Pero también reprocha a la Autoridad Nacional Palestina que no le ayude a financiar la vivienda para quienes tienen ingresos bajos.
Masri financia este proyecto de US$1.000 millones de su propia fortuna así como con cientos de millones del brazo inmobiliario de la Autoridad de Inversiones de Qatar.
El rico país del Golfo se ha convertido en un poderoso jugador en todo Medio Oriente.
Masri reconoce que el respaldo qatarí está tanto política como comercialmente motivado y admite que Qatar solicitó que se construyera una mezquita muy grande.
Parálisis por falta de agua
Durante este año, vimos cómo Rawabi tomó forma, lenta pero segura. La primera fase del proyecto está casi completa, y prácticamente lista para que los residentes se instalen.
Pero en esta etapa avanzada, ha surgido un gran obstáculo: Rawabi no tiene agua.
Toda infraestructura de agua más grande que una cañería de 5 centímetros de diámetro tiene que ser aprobada por un comité conjunto de aguas israelo-palestino. El comité no se ha reunido en años.
Los equipos de construcción utilizan un depósito de la comunidad pero la nueva ciudad necesita unas cañerías fijas.
Hubo un rayo de esperanza cuando se reanudaron las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos en el verano boreal de 2013, bajo presión internacional y con mediación constante de EE.UU.
Pero para principios de 2014 el proceso se interrumpió.
Y le siguió un verano de descontento: una oleada de secuestros y muertes en Cisjordania, una guerra en la Franja de Gaza y cohetes disparados hacia Israel, una creciente recriminación política.
Regreso a Rawabi
Al regresar a Rawabi a finales de 2014, incluso el optimismo característico de Masri se estaba empezando a desdibujar.
"Estamos llegando a un punto en el que vemos a muchos de los compradores cuestionándose. Lo que se dice en la calle es que tenemos problemas financieros. Pues bien, adivine, tenemos problemas financieros".
Pese a las repetidas promesas de Israel de que se suministrará agua "en pocas semanas", el comité de aguas todavía no se reúne.
Masri sospecha que se está convirtiendo en moneda de cambio, que Israel sólo aceptará suministrar agua a Rawabi si los palestinos aprueban retrospectivamente agua que ya se ha instalado en asentamientos judíos.
Este es un acuerdo que los palestinos no aceptarán.
El coronel Grisha Yakubovich de la fuerza militar que administra la ocupación israelí en Cisjordania, insiste en que "no hay condiciones".
"El agua llegará en días o semanas", nos dice.
Otras fuentes corroboran el acuerdo con condiciones, incluido el enviado a Medio Oriente, el ex primer ministro británico Tony Blair.
En su oficina de Jerusalén este, Blair dice que los palestinos tienen sus razones para no aceptar que se suministre agua a los asentamientos judíos, cuya existencia es un punto clave en las negociaciones.
"Cuando no hay un proceso político, lo que pasa es que todo lo demás se convierte en víctima de la parálisis. Hubo un período en que esto se resolvía a través del Comité Conjunto de Aguas de una manera no política", recuerda.
En esta crisis, muchos palestinos ven una profecía preocupante.
"Si Rawabi cae, es un fracaso para la solución de los dos Estados. Es un fracaso para el proceso de paz", asegura Saeb Erekat, el negociador jefe palestino
Por su parte, Masri dice: "Me encantaría ver un acuerdo de paz de aquí a un año, me encantaría verlo en lo que me queda de vida, quiero disfrutarlo. Pero si no pasa, que así sea, seguiremos trabajando por ello".
¿Se arrepiente de construir Rawabi?
"En ningún momento. Jamás".
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