martes, 13 de septiembre de 2016

William Henry Harrison, el presidente de EE.UU. que murió de neumonía 32 días después de entrar a la Casa Blanca

William Henry Harrison, el presidente de EE.UU. que murió de neumonía 32 días después de entrar a la Casa Blanca

William Henry Harrison, noveno presidente de Estados UnidosImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionWilliam Henry Harrison, noveno presidente de Estados Unidos, asumió el cargo a la edad de 68 años.
William Henry Harrison, el noveno presidente de Estados Unidos, ostenta el récord de ser el mandatario de ese país que menos tiempo ocupó la Casa Blanca: 32 días.
Aunque hay versiones encontradas sobre las causas de su muerte, la historia registra que murió de neumonía, el resultado directo de un resfriado contraído durante la toma de posesión.
En un frío día invernal, el nuevo presidente asistió a la ceremonia sin abrigo, guantes ni sombrero y dio el discurso inaugural más largo en la historia de EE.UU. (otro de sus récords), seguido de recepciones a las que asistió en su ropa aún mojada por el mal tiempo.
A pesar de haber sido un soldado, granjero, explorador y estar acostumbrado a la intemperie, Harrison tenía 68años y la medicina de la época no tuvo los recursos para tratar efectivamente la infección.
Las exigencias de una campaña presidencial pueden ser devastadoras para los políticos, ya que muchas veces llevan a sus cuerpos al extremo, como se ha visto en el caso de Hillary Clinton y sus quebrantos de salud.
A pesar de su fugaz presidencia, la trayectoria militar y política de William Henry Harrison tuvo un impacto en los asuntos internos de la EE.UU. que todavía repercuten en la nación.
Causó polémica internacional durante su período como ministro plenipotenciario en Colombia y sus entonces innovadores métodos de campaña siguen siendo adoptados por los aspirantes a la presidencia de hoy en día.

Aristócrata y militar

Harrison nació en 1773 dentro de una destacada familia política y agricultora en Virginia. Su padre era un hacendado que ocupó la gobernación de ese estado yfirmó la Declaración de Independencia de la nueva nación.
La plantación de BerkeleyImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionHarrison era hijo de un rico hacendado y la casa donde nación, la plantación de Berkeley, todavía se puede visitar en Virginia.
Harrison fue el último mandatario de EE.UU. en haber nacido súbdito de la corona británica.
Casi toda su vida estuvo rodeada de conflicto armado, ya fueran las guerras revolucionarias, las disputas territoriales con los españoles y franceses o los enfrentamientos con los pueblos indígenas norteamericanos.
De manera que una carrera militar ofrecía las mejores oportunidades para un joven privilegiado de la época.
A través de sus conexiones familiares logró incorporarse como oficial en una división de infantería en el Fuerte Washington, una instalación militar cerca de la actual ciudad de Cincinnati, para defender a los colonos del llamado Territorio Noroccidental de los ataques de indígenas y sus agentes británicos que los incitaban.
Su exitosa participación en las batallas que redujeron la presencia indígena y permitieron la expansión y colonización estadounidense fueron un factor en el nombramiento de Harrison como secretario del Territorio Noroccidental, en 1799.
Ese cargo le permitió ser delegado ante el Congreso de EE.UU., un puesto que supo aprovechar políticamente a través de reformas que dieron oportunidades a colonos de bajos recursos para adquirir parcelas pequeñas y pagarlas en cuotas.

Engaños y tratados fraudulentos

Esa región luego se dividiría en los territorios de Ohio e Indiana. Harrison fue nombrado por el presidente John Adams gobernador del último de ellos.
En lo que eventualmente se convertiría en los futuros estados de Indiana, Illinois, Michigan, Minnesota y Wisconsin, la misión principal del gobernador era asegurar legalmente el mayor número de derechos de tierras de los indígenas.
La Batalla del Río TámesisImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionLa Batalla del Río Támesis fue la mayor victoria militar de Harrison, en la que desterró a indígenas y británicos del Territorio Noroccidental.
Esto lo logró, entre 1802 y 1805, con lo que quizás son los tratados más desiguales y los métodos más vergonzosos y explotadores en la relación de EE.UU. con los pueblos indígenas.
Harrison se aprovechó de la pobreza de los indígenas, de la corrupción de algunos de sus jefes de tribu y del alcoholismo que empezaba a afectar a esos pueblos.
El gobernador recibió calurosamente a unos jefes menores de la tribu Sac, los ablandó con alcohol y procedió a convencerlos a vender una gran parte de lo que hoy es Illinois, Wisconsin y Misuri a razón de un centavo por cada 80 hectáreas.
El acuerdo culminó en lo que se considera una fraudulenta apropiación de territorio de más de 20 millones de hectáreas.
Nuevas adquisiciones injustas, conflictos y batallas siguieron hasta que Harrison comandó una fuerza para enfrentar a los indígenas y sus aliados británicos, que buscaban aplastar la nueva república estadounidense, en la Batalla del Támesis, Ontario, en 1812.
La victoria aseguró la reputación de Harrison y desterró tanto a los indígenas como a los británicos de la región.

Embajador en Colombia

El nuevo héroe disfrutó de su fama, con fiestas y banquetes que fueron dados en su honor durante una gira que dio por los estados del este.
Finalmente, a la edad de 41 años, decidió regresar a su hacienda cerca de Cincinnati y la vida agrícola.
Sin embargo, no pudo apartarse del mundo de la política y, después de 10 años de intentos, logró ser elegido al Senado en Washington.
Una vez allí, empezó otra vez a cabildear por nuevos puestos. Fue nombrado a dos comisiones militares y, con la ayuda de su amigo, el secretario de Estado del presidente John Quincy Adams, fue designado embajador plenipotenciario a la Gran Colombia, en 1829.
Simón BolívarImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionDurante su embajada en la Gran Colombia, Harrison desarrolló una enemistad pública con Simón Bolívar.
Tan sólo estuvo unos meses en Bogotá, por el evidente y público conflicto que sostuvo con el líder colombiano, general Simón Bolívar.
Desde el punto de vista de Bolívar, el embajador estadounidense no adoptó una posición neutral en un momento de revolución y lucha interna en Colombia.
El libertador lo acusó de tomar el lado de la oposición y amenazó a Washington que los expulsaría del país si no era retirado antes.
El nuevo presidente, y enemigo político de Harrison, Andrew Jackson así lo hizo.
Lo que le siguió a William Henry Harrison fue un destierro político de casi dos décadas hasta que, después de varios intentos, a los 68 años de edad, logró ser elegido presidente por el Partido Whig (heredero de una corriente liberal británica) en 1841.

El primero en muchos aspectos

Fue el inquilino de la Casa Blanca de mayor edad (un récord que duró hasta Ronald Reagan en 1981), el primer presidente electo por el Partido Whig y fue el primer presidente en morir en el cargo.
Curiosamente, algunos historiadores señalan con ironía que fue en Colombia donde cultivó una predilección por la oratoria, los amplios y retóricos discursos comunes de la época y la región.
Abraham LincolnImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionLa cultivación de la imagen de Abraham Lincoln como un hombre de pueblo fue tomada de los métodos de campaña de Harrison.
El discurso de toma de posesión de Harrison ha sido medido como el más largo de la historia estadounidense, con 8.445 palabras y una duración de más de dos horas, leído bajo una persistente llovizna y un penetrante frío culpables de su muerte prematura.
Aunque su presidencia no tuvo consecuencia, sus métodos de campañas influyeron y continúan influyendo a subsiguientes aspirantes a la Casa Blanca.
Harrison, un aristócrata y adinerado hijo de descendientes británicos, logró proyectar la imagen del estadounidense común que tanto atrae al electorado; granjero, soldado, cazador, trabajador.
Desde entonces, sendos candidatos han seguido su ejemplo de opacar sus raíces elitistas y resaltar sus lazos con el pueblo.
Pero la mejor lección que podrían aprender es no ser tan obstinados en creer en la infalibilidad de sus propios cuerpos durante las largas y exigentes campañas electorales.

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