lunes, 21 de julio de 2008

El Pueblo Donde Está Prohibido Morirse

(BBC) En un remoto pueblo ártico de Noruega está terminantemente prohibido fallecer. Y los profesores cargan armas.

Los residentes del archipiélago Svalbard en Noruega, están acostumbrados a lidiar con el peligro que representan los osos polares pero en un asentamiento remoto, los animales no son la única preocupación.

Y es que en el pueblo ártico de Longyearbyen está prohibido morirse.

Si usted tiene la desgracia de enfermarse de gravedad en Longyearbyen, puede esperar que sea llevado en avión o barco a otra parte de Noruega para que sea allí donde pase sus últimos días.

Y si tiene la mala suerte de encontrarse en estado terminal y sucumbir ante la desgracia o una enfermedad, en Longyearbyen nadie lo enterrará.

El pequeño cementerio del pueblo no acepta nuevos ingresos desde hace 70 años luego que se descubrió que los cuerpos no se estaban descomponiendo.

Los cadáveres, preservados por permahielo ("permafrost", capa subterránea de hielo), se han convertido desde entonces en objetos de una morbosa curiosidad.

Recientemente, científicos removieron tejidos de un hombre que murió en el pueblo. Los expertos encontraron rastros del virus de la influenza que acabó con su vida, y con la de otros, durante una epidemia que atacó a Longyearbyen en 1917.

La política que prohíbe la muerte en Longyearbyen se deriva tanto de su remota ubicación como de sus severas condiciones climáticas.

Longyearbyen está localizado 78 grados norte en el archipiélago Svalbard, un grupo de islas entre la costa norte de Noruega y el Polo Norte.

Aproximadamente 1.500 personas viven en pequeñas casas de madera parcialmente resguardadas de los vientos árticos debido a que el asentamiento está en un valle.

Calentamiento global

Kristin Grotting es una fisioterapeuta que se mudó a Longyearbyen hace 12 años.

Su piel blanca se ha enrojecido por el constante sol del verano.

Los días en el Ártico duran desde marzo hasta octubre pero nunca son muy cálidos y, el día que nos encontramos, Kristin llevaba un grueso abrigo con la cremallera totalmente cerrada.

Al mirar hacia la bahía de Longyearbyen, Kristin explicó que el Icefjord (fiordo de hielo) -como se le conoce- ya no es helado.

Incluso a mediados del invierno, el agua no se congela y los glaciales alrededor del Icefjord se están hundiendo.

"Solíamos llevar nuestros motonieves alrededor del fiordo", me comentó. "Ahora no lo podemos hacer más y tenemos que tomar otra vía más larga".

El calentamiento global no es su única preocupación.

A ella también le inquieta lo que hará cuando se jubile, debido a que su comunidad no tiene instalaciones para cuidar de los ancianos y de los frágiles. De allí quizás el gran miedo que existe a la muerte en el pueblo.

Pero a pesar de que no hay un hogar para ancianos existe un jardín de infancia.

En invierno, cuando la oscuridad se prolonga por meses y meses, los niños hacen dibujos del sol utilizando pintura amarilla y papel de seda. Luego los pegan en las ventanas.

Kristin ha conocido a varios de estos niños en su consultorio.

Según ella, algunos han desarrollado problemas de movilidad debido a sus pesadas ropas de invierno por lo que deben ser entrenados para que extiendan sus extremidades en el calor.

Osos polares

Los recorridos fuera de las paredes del jardín de infancia conllevan un riesgo más inmediato para los niños y por ello, la profesora lleva un arma.

Longyearbyen está ubicado en la tierra del oso polar, un animal que provoca verdadero terror entre los habitantes.

Cada estudiante en la universidad pasa su primer día aprendiendo cómo dispararle a los osos.

"Apunte hacia el pecho", recomiendan, "en vez de la cabeza".Si se dispara a la cabeza, es posible que la bala no de en el blanco.

Si no tiene arma cuando se topa con un oso, sacuda sus guantes en la nieve para distraerlo.

Pero si observa que el oso hace un chasquido con sus dientes, el animal está listo para matar.

En ese momento, supongo, podría intentar recordarle al oso que está prohibido morir en Longyearbyen, y esperar que el animal muestre respeto por la ley local.

La cacería de osos polares está estrictamente prohibida y si le dispara a un animal en defensa propia, debe informar al gobernador de Svalbard, Per Sefland.

El gobernador tiene uno de estos grandes animales disecado en su despacho que, me asegura, no lo mató él.

Vida silvestre

De hecho, es el entusiasmo de Sefland por la vida silvestre lo que lo llevó a ocupar este remoto cargo, luego de trabajar como abogado en la oficina del fiscal general en Oslo.

Sefland también tiene interés por el diseño gráfico y me mostró una señal de tráfico diseñada especialmente para resaltar la amenaza de osos polares.

Como otras señales de peligro, el triángulo rojo indica riesgo potencial, pero dentro de éste hay pintado un oso polar negro que puede ser observado fácilmente por los conductores.

El gobernador me enseñó la señal de tránsito y me llevó en su camioneta 4x4 para ver a los perros esquimales del pueblo.

Cuando no están trabajando con un equipo de trineo, los perros viven en grandes casetas que dan hacia el fiordo. Comen carne de foca que les dan los pescadores locales.

Una colonia de patos eiders anida entre las casetas de los perros, son aproximadamente 100 parejas.

Sefland me dijo que las aves seleccionaron este lugar debido a que los zorros árticos, los cuales se alimentan de pequeños patos y de huevos, les tienen miedo a los perros esquimales.

Observar las plumas de pato en el gélido suelo me hizo pensar en un edredón y me imaginé lo acogedor que se debe sentir el acurrucarse bajo una colcha para escapar del frío polar cuando llega el invierno.

Quizás incluso con un oso de peluche... aunque no blanco, porque podría provocar pesadillas en una noche ártica que nunca parece terminar.

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